Empresas: ¿qué sigue en la relación China-EUA?
(5 de noviembre de 2019)
Las empresas estadounidenses aplaudieron que Estados Unidos y China acordaran el cese de hostilidades en su guerra comercial. Pero mientras ambas partes trabajan para elaborar el borrador de un acuerdo inicial, a algunos les preocupa que nunca pueda llegarse a un pacto significativo a largo plazo.
Ambas partes trabajan para llegar a un acuerdo a fin de que Estados Unidos no imponga más aranceles a cambio de grandes compras chinas de productos agrícolas estadounidenses, nuevas reglas sobre manipulación de divisas y los esfuerzos de China para terminar de abrir su sector financiero a empresas extranjeras.
Sin embargo, a los grupos empresariales de Estados Unidos les preocupan otros asuntos destinados a equilibrar la competencia que enfrentan las empresas estadounidenses y se pospongan a un futuro aún no previsible, y que languidezcan esperando.
Los ejecutivos estadounidenses se quejan regularmente de que se ven presionados para compartir o regalar tecnología crucial a cambio de tener acceso al mercado de China, y enfrentan restricciones para usar los datos que perjudican su capacidad de competir allá.
Esas preocupaciones hacen eco de otros grupos empresariales y empresas que creen que las compañías estadounidenses enfrentan cada vez más obstáculos en el mercado chino.
El acuerdo preliminar “no aborda muchos de los problemas fundamentales que han provocado el aumento de las tensiones” entre Estados Unidos y China, dijo Libby Cantrill, jefe de política pública del administrador de bonos Pacific Investment Management. “No sería sorpresa si el ‘romance’ es de corta duración y Trump regresa no sólo a su usual retórica provocativa, sino que tome medidas más combativas”, dijo Cantrill.
La Casa Blanca espera llegar a un acuerdo listo para mediados de noviembre, cuando podría ser firmado por el presidente Trump y el presidente de China, Xi Jinping, al margen de la cancelada cumbre de Cooperación Económica Asia-Pacífico en Chile.
La primera fase puede incluir algunas medidas para proteger la propiedad intelectual estadounidense, aunado a la confirmación de que China seguirá adelante con sus planes anteriores para abrir su sector de servicios financieros, dijeron funcionarios y grupos empresariales.
La transferencia forzada de tecnología, los límites en el movimiento de datos y los subsidios de que disfrutan los competidores chinos, que no se abordarán en el primer paso, son lo más espinoso para las financieras estadounidenses y otras compañías, dijeron esas fuentes.
Y aún más, los desacuerdos económicos y de seguridad con China, incluido el manejo de las protestas de Beijing en Hong Kong, complican la capacidad de ambos países para hacer concesiones que ayuden a detener el conflicto comercial.
El vicepresidente Mike Pence dijo recientemente que Beijing sigue permitiendo las violaciones a la propiedad intelectual, el robo de secretos comerciales y el tráfico de fentanilo, un opioide de consumo letal, asuntos que Estados Unidos quiere que se aborden en las conversaciones comerciales.
Pence expresó su optimismo de que Estados Unidos y China “darán un paso adelante y aprovecharán este momento único en la historia para comenzar de nuevo al terminar con las prácticas comerciales que se han aprovechado del pueblo estadounidense durante demasiado tiempo”.
China no ha manifestado mucho interés en realizar los cambios estructurales buscados por Estados Unidos, de acuerdo con quienes siguieron las conversaciones.
Todo lo contrario. Desde mayo, cuando Trump interrumpió las negociaciones, pues se creía que ambas partes estaban cerca de llegar a un acuerdo, los grupos empresariales occidentales observaron media docena de pasos que Beijing ha dado para limitar la participación extranjera en la tecnología de la información, las telecomunicaciones y el libre flujo de datos en el país.
Eso podría dificultar, por ejemplo, que las empresas financieras prosperen en China, aun cuando se les permita establecer filiales de propiedad total ahí. También, China está implementando un sistema de “crédito social corporativo” que podría usarse para incluir en la lista negra a compañías extranjeras, incluso si una está técnicamente abierta a las inversiones extranjeras. De acuerdo con el sistema, un algoritmo determinaría en qué medida las empresas cumplen con las diversas leyes y regulaciones del país.
China también ha amenazado con poner a las empresas estadounidenses en una “lista de entidades poco confiables”, una “lista negra” de entidades extranjeras que perjudican a empresas chinas, luego de que Trump pusiera en su lista al gigante de telecomunicaciones Huawei Technologies. No está claro si Trump emitirá licencias planificadas para hacer negocios con Huawei como parte del acuerdo preliminar.
Lograr que China se abra a las empresas estadounidenses es sólo una de varias prioridades en competencia en la administración Trump, que parece priorizar diferentes conjuntos de objetivos durante las negociaciones, confrontando a Beijing con política exterior o desacoplando las dos economías más grandes del mundo, pero Pence rechazó la idea del desacoplamiento.
A algunos expertos chinos les preocupa que Beijing, beneficiaria de una tregua arancelaria, no esté ansiosa por hacer concesiones profundas a la brevedad, especialmente con la incertidumbre política sobre el juicio político a Trump y las elecciones de 2020. Las empresas esperan que sus problemas no pasen desapercibidos en “el teje y maneje” de las negociaciones. “No perdamos de vista los importantes problemas en curso que creemos que aún se deben abordar para que esta relación avance”, dijo Myron Brilliant, vicepresidente ejecutivo de asuntos internacionales en la Cámara de Representantes de Estados Unidos.