La pobreza nos enseña
Una buena educación financiera es indispensable incluso para aquellas personas que se viven en pobreza extrema. El sector más pobre de la población tiene ingresos sumamente bajos, irregulares, y, en ocasiones imprevisibles. Este sector de la población logra sobrevivir al día a día con recursos sumamente limitados y vive sumergido en un mundo lleno de dificultades a nivel financiero.
Quienes viven en pobreza extrema buscan liquidez inmediata, pues sus ingresos y su vivir cotidiano son inciertos. A pesar de esto, tienen varios productos financieros a su alcance. Quienes viven en pobreza extrema no siempre logran reunir el capital suficiente como para tener un fondo para emergencias. Los instrumentos financieros a los que tienen acceso son sumamente limitados, y muchas veces son poco confiables. Quienes viven en pobreza extrema no tienen ingresos regulares, pero, al igual que el resto de la población, sí tienen gastos fijos. Por esta razón, muchas veces caen en endeudamientos y optan por pedir un crédito en lugar de hacer uso de sus ahorros. A largo plazo, el utilizar el capital ahorrado les traería más consecuencias que beneficios.
En términos de finanzas personales, hay un mundo de diferencia entre las distintas clases sociales. Aquellas personas que se encuentran en el rango más vulnerable de la población usualmente piensan en activos en términos tangibles. En vez de pensar en acciones, piensan en ganado, pues esos activos son los que les permitirán consolidar una actividad productiva y obtener buenos retornos a cambio. La diversificación es esencial, pero cada persona la visualiza de manera distinta. Las poblaciones más vulnerables reparten sus ahorros para mitigar riesgos futuros.
En fin, hay aprendizaje significativo en todos lados. Quienes viven en pobreza extrema nos enseñan a tener más de una fuente de ingresos, nos enseñan a ahorrar tanto capital como bienes, nos enseñan que el apoyo comunitario es elemental, nos enseñan a valorar cada centavo y a contar con un seguro.